martes, 1 de diciembre de 2015

EMPRENDE, QUE ALGO QUEDA

Le bautizaron en un pequeño pueblo de Mallorca como Miguel José, acabó sus días en Monterrey, al otro lado del océano, y tan profundo fue su legado, que es el único español que tiene una estatua en el Capitolio, sede legislativa de los EEUU.


Abandonó su acomodada vida académica en Europa para aventurarse en la tarea misionera de evangelizar unas tierras lejanas, que acabarían convirtiéndose en la actual California, vivero de las empresas tecnológicas más importantes del mundo. No fue lo que se dice un innovador, al menos en los fundamentos, pues su labor como franciscano en América consistió en dar continuidad y replicar la tarea iniciada por los jesuitas en la fundación y gestión de sus reducciones, tras la expulsión de esta orden de los territorios de la Corona.

Emprender no es necesariamente sinónimo de inventar, innovar o crear.  Es más bien el reflejo de una actitud inquieta, inconformista y ambiciosa. Incluso en terreno trillado existen las oportunidades. Ver lo que otros no ven, adelantarse a los demás, hacer lo que otros no hacen, o simplemente hacerlo mejor que ellos. La excelencia no necesariamente se alcanza haciendo cosas extraordinarias. Podemos conseguir resultados semejantes haciendo cosas ordinarias especialmente bien. El progreso y la prosperidad no son fruto de la perfección, sino del saldo positivo de los éxitos sobre los fracasos, de los aciertos sobre los errores. La esencia de todo el proceso no es otra que la acción con determinación. Y el tiempo dirá.

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